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SmokeLong Quarterly

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El nectario

Historia por Ana Hurtado (Lee la entrevista de la autora) 4 de marzo de 2023

Arte por SmokeLong Quarterly

Miren bien, nos dice profe Ulises, que no lo voy a repetir. Las abejas zumban alrededor y dentro de su panal, una caja de madera asegurada por clavos oxidados. Profe Ulises ahueca sus manos e imita a una flor, y nos detalla: Las abejitas usan sus lenguas como sorbetes y chupan el néctar de las flores que luego guardan en su estómago, en su nectario. La granjera cuya espalda da al bosque de eucalipto—un árbol que mata al beber y robar el agua de los demás—asienta la cabeza al escuchar la explicación. Ella levanta la tapa cuarteada del panal, y nos muestra la casa de las abejas: hexágonos y hexágonos dorados, todos marcados con puntos encarnados, cómo a mí cuando me dio sarampión. Profe Ulises para de hablar y observa el panal, luego dirige sus ojos a la granjera y le pregunta, ¿Pero qué brujería es esta?

¿Será que ahora no nos podemos comer la miel? Me pregunta mi mejor amiga Matilde. Nuestros compañeros del primer curso nos rodean, unos prestando atención y otros no. Al lado de Matilde está Juanjo, quien contempla el pelo largo y castaño de Matilde.

No creo que ni un oso se comería esa miel, le respondo, mis ojos ahora concentrados en el panal.

El oso de anteojos que vive en ese bosque de allá se lo come todo, desde las manos de flor del profe Ulises hasta cualquier miel dañada, me corrige Matilde mientras apunta a los eucaliptos tan altos.

Bueno, chicos, no vamos a poder deleitarnos con esta miel de abejas, anuncia el profe Ulises.

Están enfermas, tal vez un parásito, teoriza la granjera y de los hexágonos diminutos chorrea una miel rosada. Cuando su viscosidad crea gotas que lentamente caen al césped, coloco mis manos sobre mi útero.

*

El techo de la carpa que nos prestó el colegio para nuestro paseo es bastante transparente, y observo cómo la luna amarilla pelea con las nubes. Mi estómago me duele; pienso en las salchichas de la fogata de anoche apuñaladas por ramas que encontramos botadas en el bosque y cómo su carne sabía a tierra. Trato de formar un capullo con mi bolsa de dormir y me muevo tanto que Matilde pone sus manos frías en mi cachetes y me dice: Yo tampoco puedo dormir.

¿También te duele? le pregunto.

Sí, oye, Matilde exhala.

¿Será que las salchichas nos cayeron mal?

Esas salchichas de ley, sonríe Matilde. También tengo miedo de los osos y que nos vengan a atacar más de noche, añade.

Tenle más miedo al profe Ulises ya que se le arruinó su paseíto de abejas, me rio.

Desde otras carpas, nos susurran Sssshhhh. Cierro mis ojos y pienso en las abejas uniformadas, envueltas en polen, repletas hasta estallar de néctar, y en su panal de miel escarlata.

*

En la mañana, Matilde es la primera que lo nota: el rocío de afuera infiltró nuestra carpa. Está lloviendo dentro de nuestro toldo.

Oigan, una voz nos llama desde afuera, vengan a desayunar.

Matilde sale de su envoltura y dice, Es Juanjo.

¿Cómo sabes? le susurro.

Matilde me sonríe. Ya salimos, Juanjo, gracias, responde a la figura parada afuera. Escuchamos como los pasos de Juanjo son devorados por un césped alto y empapado. Ayer me pidió que sea su novia, Matilde confiesa, sus dientes brillando.

¿Ayer entre salchichas? me rio.

Cuando me muevo, lo siento: estoy acostada y flotando en una piscina, cómo nos cayó tanto diluvio. Tal vez la luna no pudo con esas nubes. Y cuando me levanto para buscar mis lentes, Matilde jadea: Tienes sangre en tus pijamas, exclama.

Ella deja caer su cáscara de tela y se para junto a mí: observo cómo mis pantalones de dormir derraman escarlata. Miro a mi mejor amiga cuyos shorts gotean rojo. Los tuyos también, le digo.

*

Cuando las abejas trabajadoras llegan a su panal, ellas regurgitan su néctar, sus entrañas, su todo, a sus compañeras almacenadoras las cuales luego guardan el néctar vomitado en huequitos de hexágonos. Con el aleteo de sus alas, lo expulsado se transforma en miel. Y nuestras abejitas de este bosque expulsan todo en rojo, como yo. Antenas, alas, aguijón, sorbete, y yo.

Matilde baja la cremallera de nuestra tienda, y con un Psssst llama la atención de Juanjo quien luego llama la atención de la granjera. Ella, con sus manos de tierra, nos pasa papel higiénico, toallas sanitarias del tamaño de nuestras cabezas, y pañitos húmedos. Cuando su cara penetra nuestra carpa y nos mira—dos niñas de granate—sonríe y nos dice, Qué lindo, se enfermaron por primera vez.

Matilde y yo nos limpiamos. Ella me indica con sus dedos cómo abrir la toalla: Las separas así, y la abres así, y la colocas así, o algo así mencionó mi hermana, me dice. Entoalladas y cambiadas, abrimos la carpa y nos escabullimos; nuestro curso come desayuno con el humo de la fogata y Matilde y yo corremos al riachuelo dónde nos lavamos nuestras manos también de rosas.

Me duele tanto, le lloro a Matilde, y en sus ojos noto su calvario. Entre burbujeos de río y lágrimas, se nos acerca profe Ulises y abre su boca. Con cada sílaba que enuncia sale su aliento condensado en pequeñas nubes: ¿Qué-hi-cie-ron, ni-ñas?

Desde lejos, nuestro curso oye gruñidos y gemidos de una bestia del bosque. El animal sacude ramas, y cuando caen las hojas de un eucalipto que no pertenece, surge un oso que se deja ver. Camina erecto con sus dos patas de atrás; lleva un antifaz blanco y amarillento. Nadie se mueve mientras la bestia se dirige al panal de abejas en nuestro pequeño campamento. Con sus grandes garras despedaza la cajita de madera. Se agacha y forma un cucharón con su pata y cosecha la miel parasitada que nadie quiso. Abre su boca y veo su lengua tan rosada.

El oso nos mira. Se vuelve a colocar en dos patas, avanza hacia nosotras, y cuando su garra de miel nos ofrece una probada de su dulce, sonrío.

Sobre la autora

Ana Hurtado es una escritora venezolana de ficción especulativa y alumna del taller Clarion West 2022. Sus cuentos de realismo mágico han sido publicados por The Magazine of Fantasy & Science Fiction, Strange Horizons, Fireside Magazine, entre otros. Reside en Ecuador y enseña escritura creativa en la Universidad San Francisco de Quito. Pueden encontrarla en Twitter como @ponciovicario y a través de su página web: www.anahurtadowrites.com

Esta historia apareció en SmokeLong en Español — Número seis de SmokeLong Quarterly.
SmokeLong Quarterly SmokeLong en Español — Número seis
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