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SmokeLong Quarterly

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Amicho

Historia por Ana Matías Rendón (Lee la entrevista de la autora) 6 de marzo de 2023

Arte por Vladimir Kramer

El charco rodeado de fango reflejaba el celestino con nubes blancas en una imagen granulada. Una figura tímida acercó sus pies. Los huaraches de cuero y suela de llanta estaban muy desgastados. Sus dedos estaban cubiertos de barro. Asomó el rostro. Le pareció ver en el fondo un pozo sin límites. Sus ojos grandes crecieron más con la sorpresa. Vio caer a Beto en el agujero sin fin. Siguió acercando su rostro al agua. Su cuerpo inclinado a cuarenta y cinco grados formaba una escuadra perfecta. Estaba listo para colocar un punto en las coordenadas “x” y “y”, mientras, Beto seguía cayendo.
Al incorporarse dejó ver que en las manos sostenía una ramilla sin hojas. Levantó el rostro y brincó el charco.

—¡Apúrate, Manuel! ¡Qué ya llegamos! —Beto pasó a su lado corriendo.

Manuel lo siguió, como solía hacerlo. Con la ramilla, iba golpeteando las plantas a lo largo del camino. Cruzó con varias personas mayores que lo saludaron con extrañeza.

—¿A qué juegas Manuel? —alguno le preguntó, pero el niño llevaba prisa; con la mano desocupada alcanzó a hacer un ademán.

Al llegar a la cima soltó el palo. Las manitas regordetas conjuntaron unas cuantas florecillas silvestres. Divisó a Beto entre las barras de madera que formaban cruces como planos cartesianos y quien tenía rato esperándolo.

Acicaló su cabello con mucho esmero, más que de costumbre. Su profesora del jardín de niños hubiera estado muy orgullosa de verlo. En el lugar en el que lo esperaba su gemelo, depositó el ramillete. Luego ambos niños echaron a correr.

Llegaron al río, aunque lo tenían prohibido.

—¡Vamos a saltar! —propuso Beto.

—Mejor vamos al manantial por los renacuajos —sugirió Manuel.

—No pasa nada —lo alentó su hermano.

El gemelo estuvo a punto de saltar al río, pero Manuel lo detuvo. Tenía un feo presentimiento.

—No saltes, puedes ahogarte.

Recordó sus ensoñaciones, observando cómo Beto caía por un acantilado, sin que volviera a verlo. En aquellas impresiones, Manuel se quedaba paralizado, en tanto Beto se esforzaba por sacar la cabeza y los brazos, arrastrado por un río traicionero. En esos mismos momentos, le atravesaban otros pensamientos crueles: sus padres regañándolo por escaparse de la escuela, el mohín de la maestra al saber de su travesura y, él, entre la indecisión de saltar tras Beto o correr por sus padres. Al contrario de sus inquietudes, él se encontraba rígido, parado como el punto de unas coordenadas fijas.

Quizá, de todas las pillerías, ésta podría ser la única en la que no seguiría a su hermano, porque a él le daba miedo saltar al agua. Por ello insistió en ir al manantial a buscar renacuajos y ranas miniaturas. Revisó en el bolsillo de su pantalón y sacó de su imaginación una ranita. Soltó una lágrima y sacudió la cabeza.

—¡Vamos, Beto! Vamos por los renacuajos o traemos más ranitas como ésta.

—¡Pues, sale, vamos!

La respuesta de Beto alegró el corazón de Manuel, quien sonrió con una alegría que se le desbordó del pecho. Ambos siguieron corriendo por las veredas del pueblo. Una buena samaritana le reclamó a Manuel que debía estar en la escuela, que su profesora había preguntado por él, a lo que el pequeño hizo oídos sordos y continuó su marcha tras Beto.

Cuando las tripas se le hicieron un nudo y el hambre apretó con singular persistencia, Manuel entristeció. Volvió a sujetar un palillo huérfano que los senderos dejaban. Regresó a casa, iletrado y sin conocimiento del tiempo. Abrió la puerta.

—Ya estás aquí, Manuel —le dijo su madre.

—No soy Manuel, ahora soy Beto.

Los progenitores lo vieron con preocupación. El mozuelo padre volteó el rostro hacia el fogón, en lo que parecía un desdeño. La joven madre, sentada frente a su hijo, agachó la cabeza al regazo y entrelazó sus dedos, como si con ello, pudiera reunir a sus gemelos.

Sobre la autora

Ana Matías Rendón. Narradora y ensayista. Sin lugar de origen. Los senderos le enseñaron a escribir. Empezó a trabajar desde niña, por lo que ha tenido más de 50 empleos, y contando. Estudió, por mera suerte, la Licenciatura en Filosofía, la Especialidad en Literatura y los posgrados en Estudios Latinoamericanos. Autora de los libros: Entreverados (cuentos), Espacio-tiempo mixe (ensayo), Tiempos invisibles(cuentos), La discursividad indígena (ensayo), entre otros. Además, ha publicado varios artículos de investigación sobre filosofía y literatura en distintas revistas nacionales e internacionales. Directora de la Revista Sinfín.

Esta historia apareció en SmokeLong en Español — Número Siete de SmokeLong Quarterly.
SmokeLong Quarterly SmokeLong en Español — Número Siete
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